"No es que le falte / el sonido, / es que tiene / el silencio". Los cuatro versos del poema Cine mudo son un buen retrato de su autora, Fina García Marruz (La Habana, 1923). La sigilosa poeta cubana, que hoy mismo cumple 88 años, ha sido galardonada con el XX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, dotado con 42.100 euros. Se une así a un palmarés que inauguró en 1992 el chileno Gonzalo Rojas, fallecido el lunes pasado, y en el que hay nombres como Antonio Ganoneda, José Emilio Pacheco, Mario Benedetti, Juan Gelman, Álvaro Mutis, Nicanor Parra, Pablo García Baena, José Manuel Caballero Bonald o Francisco Brines, premiado el año pasado, que esta tarde ofrecerá una lectura de poemas en el Palacio Real.
Hasta hoy, la literatura de Cuba no contaba con ningún representante en esa exclusiva lista llena de premios Cervantes en la que, además, García Marruz es la tercera mujer tras la portuguesa Sophia de Mello Breyner (2003) y la peruana Blanca Varela (2007). Esos dos aspectos -la escasez de voces femeninas y la ausencia de una tradición poética tan potente como la cubana- han pesado en el jurado para que la nueva laureada se impusiera a finalistas como el nicaragüense Ernesto Cardenal o la uruguaya Ida Vitale. Así lo reconoció Luis Antonio de Villena, miembro del jurado junto a, entre otros, profesores y escritores como Víctor García de la Concha, Jaime Siles, Soledad Puértolas, Carmen Posadas, Fernando de la Flor, Marie-Claire Zimmermann o el propio Brines.
Brines destacó que, además de a una gran poeta -"variada y sencilla, culta pero inteligible"-, en la persona de Fina García Marruz se estaba premiando también al grupo literario aglutinado en torno a la mítica revista Orígenes. Aquella revista, impulsada por José Lezama Lima reunió entre 1944 y 1956 a escritores como Gastón Baquero, Eliseo Diego o Cintio Vitier, todos ya fallecidos. Aunque Vitier fuera marido de la ahora premiada y Diego fuera su cuñado, Fina García Marruz es algo más que una poeta "familia de".
Su escasa producción -apenas una decena de títulos- está atravesada por una espiritualidad ajena a todo hermetismo que -entre Cristo y el Che- dialoga en ocasiones con versos de gran carga política. La suya siempre ha sido la obra de una escritora católica en la cuba castrista, régimen al que su marido apoyó siempre sin fisuras. "Dios mío, tú no les darás a los que padecieron atrozmente / por la justicia, a los enterrados vivos, / a los que les sacaron los ojos o les arrancaron / los testículos, a los amenazados / en lo más vulnerable, la mujer o los hijos, / tú no les darás la gloria efímera de un nombre / que se repite vagamente en las conmemoraciones patrias". Esto dice el arranque de su célebre poema "A los héroes de la resistencia".
Los hitos de una obra que arrancó en 1942 son títulos como Visitaciones (1970), Viaje a Nicaragua (1987) y, sobre todo, Créditos de Charlot, publicado en 1990, el mismo año en que García Marruz ganó el premio nacional de literatura cubana. Poco divulgada fuera de la isla, la antología más accesible para el lector español es El instante raro, publicada el año pasado por la editorial Pre-Textos. Allí se encuentra casi toda la obra poética de una autora que alguna vez dijo querer "escribir con el silencio vivo" y que siempre ha alternado su trabajo de creación con su labor investigadora en la Biblioteca Nacional de la Habana.
Desde allí colaboró en la edición crítica de las obras completas de José Martí, una figura tan importante para la política hispanoamericana como para las letras en español. Hoy la tradición inaugurada por él ha sido reconocida con el Reina Sofía. Y no es que a Fina García Marruz le faltase el sonido, es que tenía el silencio. Ahora tiene también el premio de poesía más prestigioso de Iberoamérica.
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