No se, por qué extraña razón, cada vez que me cuentan sobre El “Pelú” de Mayajigua, me viene a la memoria El Caballero de París. Debe ser por la inevitable relación a que convocan sus inolvidables cabelleras. Aunque hoy sus historias me hacen reflexionar.
Corría el año 1876 y Enrique Rodríguez Pérez nombre de este personaje mayajiguense, mambí por convicción propia, rebelde e indomable, se internó en la manigua de la zona después de ser herido en combate, despertó en medio de la confusión de la batalla y escapó de sus enemigos para no ser capturado. De esta forma permaneció detenido en su tiempo y dueño de su monte, en su escondite de yaguas y pencas de palmas durante más de 40 años. Cuentan que confundido por las explosiones y la dinamita que detonaba durante la construcción de la vía Norte del ferrocarril, lo que le hacía pensar que la guerra no había finalizado. Cuando lo encontraron por pura casualidad y fue llevado a la civilización, sufrió la burla de muchos pobladores y vecinos del lugar. Pienso que su final desconocido aún, ocurrió en el monte, al cual regresó y donde suponemos fuera feliz entre el trino de los pájaros y el susurro del arroyo.
José María López Lledín, español de nacimiento y habanero por derecho propio. Llegó a Cuba en 1910 y en su andar por La Habana adquirió un sin número de oficios y labores, que lo hicieron un hombre de faena y de buen trato para todos. Don José perdió su razón y se convirtió en “El Caballero” cuando fue arrestado en 1920 por un crimen que no había cometido. Cuentan que en su cautiverio aprendió el arte de hacer plumas elegantes de escribir, de plumas de aves y las regalaba como obsequio a sus amigos. Durante su demencia y su vagar por los alrededores de 23 y 12, nunca aceptó propinas y había una gran distinción y decencia en sus actos y su andar, por lo menos así lo llevo en mis recuerdos de infancia.
Creo que en estos dos personajes con historias diferentes, aislados en su entorno por las travesuras de la vida y la mente, se unen esas maravillosas cualidades de nosotros los cubanos, valentía, bondad, honor, rebeldía, decencia, orgullo propio y optimismo; valores que encuentro hoy más que nunca presente en nosotros los cubanos de la isla y de ultramar.
Por eso de alguna forma sus historias se mezclan en mi imaginación y me gustaría pensar que de igual forma pudo haber un Caballero de Mayajigua y un Pelú de Paris.
Pepe Bernal.
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