viernes, 8 de mayo de 2009

SANTIAGO ALVAREZ : UN ARTISTA INOLVIDABLE

Por : Jorge López

Para la historiografía clásica cubana, los años sesenta del siglo veinte simbolizan el período de máximo esplendor del cine cubano. Los historiadores suelen hablar de ese decenio como “la época prodigiosa de la cinematografía.´¨

Lo prodigioso de este primer período lo aportó el aspecto documental de esa producción, indiscutiblemente encabezada por un gran talento que tuve el honor de conocer personalmente: Santiago Álvarez, sobre quien voy a referirme principalmente a su desarrollo profesional en la cinematografía cubana.

Hasta su muerte en 1978, a los 59 años de edad, había dirigido más de 700 películas y supervisado la producción de cerca de 1500 noticieros cinematográficos semanales. Trasformó un género completamente rutinario, en un verdadero laboratorio de innovación radical.

Ese artista fue otro de esos rebeldes sin pausa que, en los años sesenta, se empeñaron en cambiar el mundo. Su caso sigue resultando excepcional, incluso cuando se mira el hecho de que comenzara su carrera cinematográfica a los cuarenta años.

Santiago Álvarez nació en el callejón de Espada número 8, altos, en La Habana , el 8 de marzo de 1919. Su padre era asturiano y su madre de Salamanca. A las catorce intentó aprender el oficio de cajista y de linotipista en una imprenta, y a los diecinueve marchó a Estados Unidos donde, según sus propias palabras: fui “minero, fregador de platos, corrector de pruebas, pulidor de metales y por último –antes de que intentaran reclutarme para el ejército norteamericano, vendedor de ropa interior de mujeres. Y regresé a Cuba en 1941”.

A diferencia de los otros grandes fundadores del nuevo cine cubano (Tomás Gutiérrez Alea y Julio García Espinosa), Santiago Álvarez no mostraba antecedente alguno en el orden fílmico una vez que triunfa la Revolución de 1959 y se crea el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC).

Su vínculo con la creación artística hay que buscarla en la década del cincuenta, con su ingreso a la emisora CMQ. Sobre sus inicios él mismo ha recordado:

“Tengo cuarenta años cuando triunfa Fidel y comienzo a hacer cine. Me sorprendo a mí mismo cuando hago el noticiero dedicado al cantante Benny Moré cuando él muere. Ahí veo por primera vez el traslado de mis sentimientos al cine. Veo el lenguaje del cine sirviendo para expresarme. Veo mi emotividad reflejada.”

Los dos primeros documentales de Santiago Álvarez que aparecen en su filmografía fueron codirigidos: “Escambray” (1961), junto a Jorge Fraga, y “Muerte al invasor” (1961), al lado de Tomás Gutiérrez Alea. En el primero se habla de la lucha desatada entre revolucionarios y grupos de alzados que intentaban derrocar el nuevo poder; en el segundo, se aborda la fracasada invasión a Cuba por Playa Girón, a partir de lo filmado por Tomás Gutiérrez Alea.

Hay que destacar que el Noticiero ICAIC había surgido con un objetivo claramente político, al intentar contrarrestar las crónicas que informativos como “El Nacional” o “El Noticiero América” emitían con un tono no exactamente pro-revolucionario; sin embargo, si bien en un inicio se pronuncia por una estructura convencional (mensajes de actualidades comentadas en off), muy pronto pone en evidencia el deseo de experimentar con las imágenes, y concederle a las noticias una textura capaz de garantizar la perdurabilidad más allá de la exactitud del hecho.

Un aspecto importante que pudimos apreciar a partir del documental Ciclón (1963) fue la notable sensibilidad en el contenido de sus películas. Esa obra colocó a la cinematografía cubana en el mapa del cine mundial, al obtener una docena de premios internacionales.

Desde ese momento su cine fue toda una proyección de imaginación, una búsqueda sorprendente de soluciones propiamente cinematográficas, que se apartaron de manera premeditada de esa pretensión literaria con que muchas veces el documental intentó ganar estatura ante otros conceptos críticos y por ellos supo prescindir del sonido a la hora de filmar (“Ciclón”;” Cerro Pelado”/ 1966; “Hanoi Martes 13”/ 1967), o utilizó material gráfico que ya existía para lograr nuevas y auténticas historias.

También puedo afirmar que como un recurso agudo y mordaz en sus películas utilizó la sátira con maestría y esto se convirtió entonces en su más efectivo modo de expresión, mientras la edición adquiría el estatus de más valor dentro de todo el proceso creativo.

En la década de los años 60 del siglo pasado, mientras que muchos documentalistas de la época se pronunciaban por el abuso del cine encuesta, o la filmación fría en los lugares donde acontecen los hechos, Santiago Álvarez termina depurando ese estilo que en una ocasión llamara “documentalurgia”, y en el que cada vez se hace más precisa su capacidad para hacer del montaje (visual, pero sobre todo sonoro) el vehículo a través del cual transmitir su mensaje. “Hanoi, Martes 13” (1967), “L.B.J.” (1968) y “79 primaveras” (1969) devienen ejemplos de ese método de representación.

En realidad hablar de tantas cosas importantes de la rica obra artística de Santiago Álvarez no es fácil porque él fue un manantial inagotable de creatividad hasta su muerte . Todos sus documentales no puedo decir que fueron perfectos pero si casi perfectos sobre todo en su etapa inicial.

A Santiago Alvarez lo conocí en 1976, en el Ministerio de Cultura, organismo donde trabajamos y compartimos muchos momentos satisfactorios En él siempre vi manifestarse el optimismo, la creatividad, el profesionalismo, el buen humor, con chistes oportunos y un verbo siempre elocuente. Recuerdo que en una ocasión me habló el tema sobre la mujer cubana, y le dije: ¿por que te gustan tanto las morenas creiollas? . Y con una sonrisa picaresca me respondió con firmeza en sus palabras :¨ Son mujeres de extraordinarias cualidades, muy bellas para mi . Son como nuestro clima Tropical…….

Así recuerdo una vez más a Santiago Álvarez, como un extraordinario artista de la cinematografía cubana, como una persona creativa, sencilla, honesta, alegre, chistosa, muy humano. Un buen amigo, un artista inolvidable.

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